
Vivimos en una cultura altamente visual y sonora, y tendemos a olvidar, que la comprensión de nuestro entorno abarca todos nuestros sentidos.
Según la Organización Mundial de la Salud más del 5% de la población mundial está diagnosticada con lo que se llama pérdida de audición discapacitante.
La pérdida de audición discapacitante se refiere a una pérdida superior a 35 decibelios (dB) en el oído que oye mejor. La prevalencia de la pérdida de audición aumenta con la edad: entre los mayores de 60 años, más del 25% padece una pérdida de audición discapacitante.
La disminución o pérdida de uno de nuestros sentidos nos limita la comprensión del espacio y, aunque la limitación que se experimenta en uno de nuestros sentidos hace que se agudicen otros, y nos ayudemos de estrategias que nos permiten relacionarnos mejor con el mundo que nos rodea, va a afectar a nuestra salud emocional generando miedos, estrés, aislamiento social, baja autoestima… consecuencias emocionales y sociales que conviene tener en cuenta.
En el caso de la pérdida auditiva la sensación de aislamiento respecto al entorno y la limitación en la captación de señales o advertencias acústicas (voz, timbres, sirenas-emergencias, campanas…) hace necesaria la utilización de ayudas técnicas y de otras estrategias como podrían ser por contraste de colores para favorecer la comunicación en el lenguaje de signos, por las sombras generadas e incluso por las vibraciones que percibimos a través del suelo o de superficies sólidas.
Las exigencias espaciales de las personas con impedimentos auditivos no son tan marcadas como para establecer espacios para no videntes, como sí se requiere para quienes presentan movilidad reducida. Aunque la disminución de la capacidad auditiva sí conlleva una forma particular de experimentar el entorno.
El oído humano percibe el sonido dependiendo de los niveles de reverberación y absorción de un espacio. Algunas veces, la reverberación del sonido amplificada por superficies duras pueden distraer e incluso ser dolorosa para personas con poca audición.
El diseñador del espacio tiene que tener en cuenta ciertas consideraciones generales para que éste sea más confortable acústicamente.
Las personas con impedimentos auditivos usan diferentes métodos para comunicarse, incorporando lenguaje escrito, lenguaje de señas, en algunos casos oral y aparatos de asistencia.
A veces, solo una parte de las palabras habladas pueden entenderse por lectura de labios, por lo que las condiciones espaciales deben permitir el contacto visual para favorecer una comunicación efectiva. Sea cual sea la forma de comunicación, en cualquiera de los distintos métodos, el espacio debe facilitar que ésta se realice de forma cómoda, sin necesidad de dejar de mirarse mientras hablan.
Por lo tanto, habría que descartar las distribuciones espaciales lineales. Se deben diseñar espacios abiertos, donde los usuarios puedan verse, ayudándonos de divisiones y mobiliario móviles, que permiten organizar los espacios. En las zonas comunes, se deben generar recorridos seguros, que favorezcan acciones instintivas y, que permitan a las personas seguir mirándose mientras caminan. Se utilizarán aperturas automáticas, rampas y la señalética necesaria y adecuada.
Dotar al espacio del suficiente aislamiento del ruido exterior será necesario para contribuir al confort acústico imprescindible para una buena comunicación.
Será conveniente conseguir un equilibrio entre materiales absorbentes y materiales reflectantes para disminuir la intensidad del sonido, evitando de este modo molestas reverberaciones y ecos.
La luz tiene una gran importancia, no solamente por confort visual, sino por facilitar la comunicación. La iluminación, natural o artificial, tiene que ser suficiente para facilitar una visión clara, evitando reflejos y cambios bruscos. Las ventanas deben tener sistemas de control de la luz solar, para evitar reflejos en vidrios, espejos y superficies brillantes, o iluminación excesiva que dificulte la comunicación. Evitaremos, por lo tanto, las superficies muy brillantes en paredes, mobiliario y pavimento, así como la colocación de espejos de forma que puedan llevar a confusión en la comprensión del espacio.
Los colores que contrastan con las tonalidades de piel ayudan a percibir mejor las expresiones faciales y movimientos de las manos.
Se pueden generar recorridos sonoros por diferencia del material del pavimento.
La tecnología nos ayuda a diseñar espacios más cómodos para las personas con pérdida auditiva, traduciendo el sonido en imágenes y vibraciones o, reconociendo el sonido ambiente traduciéndolo en alertas de colores. Así, el timbre de la puerta, una alarma, el ruido de la lavadora, el llanto del bebé pueden generar alertas a tablets, bombillas, televisores, relojes y almohadas inteligentes.


No se debe olvidar que:
Diseñar únicamente para la mayoría es segregar.
Diseñar pensando en la diversidad es inclusión.























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