ARQUITECTURA PARA PERSONAS CON CAPACIDADES FUNCIONALES DIVERSAS
En una vivienda se contiene buena parte de nuestra vida, por ella desarrollamos un sentido de permanencia al barrio, a nuestro pueblo o ciudad, que junto con la convivencia con los vecinos, forma parte de nuestros recuerdos. Recordamos sus colores, los olores, nuestra infancia, las celebraciones…
La vivienda, el hogar de una persona o de una familia, debería ser cómoda y saludable. Ser lugar de tranquilidad, seguridad y protección. El lugar donde disfrutar de la soledad o donde recibir a familiares y amigos, según se quiera o convenga.
Pero, no todas las personas pueden disfrutar de la misma comodidad y seguridad. Algunas personas, ya sea por discapacidad congénita o adquirida o, simplemente por el propio proceso de envejecimiento, no se sienten cómodas, ni seguras y protegidas en su propia casa. Sufren incomodidades diarias por carecer de la necesaria autonomía, teniendo que depender de un familiar o cuidador para poder hacer el mayor número de actividades.
Cuando la construcción de viviendas se convierte en negocio, éstas se construyen en búsqueda del mayor margen de beneficio (teniendo en cuenta todos los costes computables: coste del suelo, precio de los materiales, de la propia construcción, las instalaciones –que se van incrementando según los avances tecnológicos y normativos-, etc. También afecta la competencia, el ajuste de los plazos de ejecución y la reducción de precios de venta), por lo que se realiza el diseño para un cliente ideal.
Las viviendas no se adaptan a las necesidades de las personas con diversidad funcional, por lo que son éstas, las que además de comprar una vivienda, la tienen que adaptar según sus necesidades, aumentado el precio final, siendo ellos precisamente, los que suelen carecer de recursos económicos para ello.
La nueva normativa obliga a adaptar los accesos a zonas comunes y, se construyen algunas viviendas que denominan adaptadas, pero la adaptación, en ambos casos, se limita a estándares de personas con movilidad reducida. Pero, no todos tenemos las mismas necesidades y, se olvidan de las personas que tienen otras discapacidades.
El diseño para todos en la arquitectura, debería desarrollar las soluciones más adecuadas a las necesidades de los potenciales usuarios, atendiendo a las diversas capacidades funcionales o cognitivas, para que las personas se puedan desarrollar, física y emocionalmente, con la mayor dignidad y normalidad posible.
Un mal diseño perjudica, limita y discrimina a las personas que presentan algún tipo de capacidad limitada. Conocer y entender las diferentes capacidades y, por lo tanto, las limitaciones, es indispensable para mejorar el diseño de las viviendas.
Las personas con movilidad reducida, necesitan disponer de superficies mayores que faciliten su día a día, para, independientemente de las capacidades particulares de movimiento, y sin esfuerzos innecesarios, poder realizar el máximo de actividades de manera autónoma. Para diseñar su cocina y su baño, pasillos, armarios… será inexcusable adoptar todas las medidas necesarias que favorezcan el uso y la comodidad.
Un buen diseño, también puede favorecer la vida de las personas con pérdida de visión, con pérdida auditiva o, pérdida de capacidad cognitiva. Sería aconsejable, que algunas de estas medidas genéricas, se tuvieran en cuenta en la construcción de nuevas viviendas y, de esta manera, favorecer a todos, ya que el paso de los años no perdona a nadie.

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